ATENEO DE SEVILLA

La historia de Manuel, o la razón de ser de la Cabalgata de Reyes Magos de Sevilla

El Cartel de la Cabalgata de Reyes Magos de este año, realizado por D. Javier Jiménez Sánchez-Dalp, se centra en Manuel, que personifica a todos aquellos que necesitan la ilusión y la magia de la Fiesta Mayor. Esta es su historia.

Manuel estaba ilusionado. En el Cole solo se hablaba de lo poco que quedaba para las vacaciones de Navidad y sobre todo de la Cabalgata, que tan buenos recuerdos le traían del año anterior. Aquel gentío que inundaba las calles, la espera impaciente, el ir en hombros o en brazos de su padre, de sus tíos, de sus abuelos, los racimos de globos y hasta las bolsas del súper enfundando los zapatos para que no se le pegasen los caramelos. No podía olvidarse de aquella secuencia mágica de carrozas, los niños montados en ellas, los policías a caballo, los beduinos y cómo no, los Reyes y la explosión de júbilo cada vez que se acercaba uno de ellos inundando el cielo de miles de caramelos.

Ya quedaba poco, el ambiente en las calles lo predecía, las luces decorativas colgadas de su calle, las tiendas y sus escaparates con motivos navideños, el hombre de las castañas asadas, los nacimientos, la feria de los belenistas. “Esto ya está aquí”, le decía su padre.

El sabía que el día que llegase la Cabalgata era el preludio del despertar mas feliz del año. Ese día que al levantarse se encontraría en el salón aquellos regalos que imaginó tener, más otros tantos inesperados.

Todo era ilusión e impaciencia a su alrededor hasta que algo cambió repentinamente convirtiendo esa espera en incertidumbre. Un percance o alguna circunstancia inesperada hizo que terminase en el Hospital.

Todo era cariño allí, el equipo médico, las enfermeras, los auxiliares, todos se desvivían por sacarle una sonrisa sabiendo la inoportuna fecha en la que había ingresado. Su familia no lo dejaban ni un momento solo. Pasaban los días y allí seguía sin cambio alguno.

Y llegó ese día tan señalado. El lo intuía, en la tele colgada en la pared frente a el lo anunciaban a cada momento y poco a poco en el Hospital se notaba menos el bullicio diario de las visitas.  

Llegó la merienda y en la tele comenzó la emisión de la Cabalgata. Todo lo que recordaba volvía a verlo en directo y qué maravilla, aunque fuese así poder disfrutarlo. Sus padres le iban anticipando qué carroza sería la siguiente, “¡ahí es donde la vimos el año pasado, Manuel!”

La tarde fue pereciendo y llegó ese instante de la “hora mágica” en la que un haz de luz naranja sobre el horizonte marcaba el inicio de la noche.

A Manuel se le caían los ojos, sus padres intentaban mantenerlo despierto hasta el final. Cuando todo terminó, después de un buen rato entretenido viendo dibujos animados, se empezó a preguntar cómo sería el despertar del día siguiente si el no estaba en su casa, y si los Reyes le habrían dejado los regalos allí, o dónde.

De repente se oyeron ruidos y un revuelo cada vez mas cerca de la puerta de la habitación. Una voz grave sonó y se pudo escuchar, “¿se puede? Somos Melchor, Gaspar y Baltasar”. Manuel dio un respingo y de la posición tumbada en la que estaba se puso firme como un rayo. Se abrió la puerta y como en un sueño los Reyes Magos que acababa de ver en la televisión estaban entrando en su cuarto. La expresión de su cara era indescriptible, entre sorpresa y felicidad. Allí se postraron a los pies de su cama recreando sin querer la escena de la Epifanía entregándole regalos y caramelos de los que habían repartido por Sevilla.

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