ATENEO DE SEVILLA

Para un renovado impulso misionero. Conferencia del R.P. Manuel Ruiz

El Presidente del Ateneo, Alberto Máximo Pérez Calero (en el centro) y el Secretario General (Antonio F. Bellido Navarro, a la izquierda de la imagen) estuvieron presentes en el acto junto al P. Manuel Ruiz, a Emilio Burrillo y al Padre Diego Muñoz

El R.P Manuel Ruiz, Profesor Emérito de Teología espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma ha expuesto la conferencia titulada El Paulinismo en San Juan de Ávila y en el venerable Padre Tarín

 

Jueves 7 de febrero de 2013/SEVILLA. En el marco del Salón de Actos del Excmo. Ateneo de Sevilla, el R. P Manuel Ruiz Jurado, Profesor Emérito de Teología espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, 27 años consultor de la Congregación para las Causas de los Santos, especialista en S. Juan de Ávila y colaborador en la Causa de beatificación y canonización del P. Francisco de Paula Tarín, ha dado la conferencia titulada El Paulinismo en San Juan de Ávila y en el venerable Padre Tarín.

En la mesa presidencial del acto han estado: presidiendo, el Presidente del Excmo. Ateneo de Sevilla, Alberto Máximo Pérez Calero; como presentador, Antonio Bellido Navarro, Secretario General de la institución sevillana; y además, acompañando al conferenciante, Emilio Burillo Azcárraga, director de María Visión TV; y el R. P Diego Muñoz Fernández, Vicepostulador Causa Beatificación Padre Tarín.

En su exposición el R.P Manuel Ruiz ha justificado la relación de los dos personajes (S. Juan de Ávila y el Venerable P. Tarín) con el lugar de la celebración (Sevilla), y el autor explicó porque San Pablo ha sido escogido como punto de referencia de ambos. Según manifestó “sus relaciones con san Pablo son varias: el dinamismo apostólico, sus características (intensidad, universalidad de miras, espíritu de paternidad espiritual en su predicación), su fundamento (la profundización de su encuentro con Cristo), y la doctrina o actitud teológica de ambos”. Tras la hora de exposición, y llegados a la conclusión, recogió las semejanzas y diferencias del ambiente histórico de S.Pablo y el de los personajes tratados, para matizar el paulinismo de cada uno.

A continuación adjuntamos la conferencia íntegra facilitado por el R. P Manuel Ruiz Jurado:

 

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EL PAULINISMO EN SAN JUAN DE ÁVILA Y EN EL VENERABLE P. TARÍN

1. EL LUGAR
El lugar donde estamos: Une a los dos personajes cuyo paulinismo queremos mostrar: podríamos llamarlos hijos adoptivos de Sevilla: Ávila habitó en Sevilla 9 años (1526-1535), y casi los mismos Tarín (1898-1904 =6 + de 1907 a1910 + sus diversas misiones en la ciudad). Ávila, al principio de su ministerio sacerdotal; Tarín, casi toda su vivencia de Sevilla, la tiene al final de su vida.

2. LA DIMENSIÓN APOSTÓLICA

¿Por qué el paulinismo aquí? A los dos los une la relación que se les ha atribuido siempre con S. Pablo, sobre todo en su celo apostólico. A S. Pablo en la literatura religiosa se le denomina el Apóstol por antonomasia (“como dice el Apóstol”, se suele escribir en la literatura católica). Y ese Apóstol con mayúscula es Sépalo.
Se le califica como Apóstol de las gentes (quiso evangelizar hasta los
confines de la tierra conocida en su tiempo: “finis terrae”). Se le distingue como apóstol que en su predicación y actuación buscaba hijos en la fe, sentía la paternidad espiritual hacia los que habían nacido a la fe por su predicación.
Nota típica suya también: Ocuparse de la perseverancia de sus obras, dejando pastores al frente de las comunidades cristianas que se habían establecido, interesándose por ellas, sufriendo sus avatares como padre auténtico, comunicándose con ellas por sus cartas.
Son cualidades de su apostolado y de su predicación que encontramos en los dos personajes que hoy vamos a considerar: intensidad extraordinaria de su celo, apertura apostólica al universo, afecto de padre hacia los hijos espirituales engendrados por la predicación.

a) De S. Juan de Ávila en el himno de su canonización se canta: “De Pablo el celo divino prendido va en tu palabra”. Es el fuego huracanado de un apóstol, que sólo vive para hacer vivir el misterio de Cristo entre los creyentes , salvar almas con su predicación y conducirlas como padre espiritual a la santidad: Sancha Carrillo, san Juan de Dios, Fr. Luis de Granada, sus discípulos sacerdotes… Nota el Papa Paulo VI en la homilía de su canonización que no era párroco ni religioso, pobre y débil de salud. Su título, como el de san Pablo, es ser siervo de Jesucristo y apóstol: “Segregado para anunciar el Evangelio de Dios” (Rom.1, 1).
Aunque se le aclama Apóstol de Andalucía, fue el mentor espiritual de su tiempo en España, y del mundo después, por sus obras escritas. Su estancia en Sevilla se debió a querer embarcarse hacia el Nuevo Mundo, para arribar a Tlatxcala, a cristianizar los nuevos pueblos conocidos por el descubrimiento de América…
San Juan de Ávila quiere ayudarse de sus discípulos en la evangelización: forma apóstoles que vayan a dondequiera que sea, en pobreza y humildad, llenos de celo apostólico y ferviente de espíritu. Funda colegios y una Universidad, porque ambiciona reformar a toda la Iglesia aun con sus “Memoriales” llevados al Concilio de Trento y a su aplicación en las diócesis particulares.
No es un reformador amargo y protestón, que apoye en la revolución del
pueblo. Si algo le caracteriza es su lealtad y amor a la Iglesia, su esperanza en la renovación partiendo de la conversión personal. Fomentará la santidad del clero
y del pueblo, la fidelidad al Concilio y la imitación de Cristo.

El Ven. P. Tarín, Apóstol no es sólo apóstol de Andalucía, sino de media España (desde el centro Madrid (sobre todo) – hasta el sur (desde Huelva y Cádiz a Almería). Tarín en su intimidad se sentía “segregado para anunciar el Evangelio” como miembro de la Compañía de Jesús, pobre y de salud debilitada en su juventud y luego con la espina clavada en su cuerpo de su herida en la pierna, que le durará hasta el final de su vida.
De Tarín dijo un sacerdote que le oyó predicar contra un abuso que se había introducido en la huerta murciana: “Se me caían las lágrimas hilo a hilo, porque predicaba y se afectaba el Padre de tal suerte, que S. Pablo no hablaría con más celo por la salvación de las almas, ni manifestaría más odio contra el pecado” .
Tarín es otro huracán de fuego apostólico, con sentimientos paternos hacia los hijos espirituales engendrados por su correría apostólica. Tras haber predicado un día en la iglesia de San Andrés en Sevilla, se encuentra en la
Sacristía con el cura de la Magdalena, D. José González Álvarez, que le dice: “En el altar está el B. Juan de Ávila, y he aquí el segundo B. Juan de Ávila”…
Quiere salvar al pueblo, santificar al clero y a los hombres de su tiempo, convirtiéndolos en activos colaboradores de su misión. Fiel al Concilio Vaticano I, de amor imparable a la Iglesia, a la Eucaristía, a la Virgen Santísima, en la lealtad y en la esperanza de la renovación. Todos son hijos para él por los que sufre como padre, como Juan de Ávila.
¿Fue también universal su celo? El P. Luis Gonzaga Navarro, que acompañó tantas veces al P. Tarín en las misiones, atestigua: “Esa idea de irse a América la tenía muy grabada en el corazón, y a mí me la repetía muchas veces”. Aun poco antes de morir, su pensamiento no abandonaba al Nuevo Mundo como tierra de sus anhelos de evangelización
La universalidad de su celo misional lo condujo también a toda clase de pecadores y de colaboradores.
sus misiones no iba solo al pueblo, a las cárceles, a los hospitales, a los maestros, sino también al clero, a las religiosas; y, siempre preocupado de la perseverancia mediante el establecimiento de Nuevas instituciones: Apostolado de la oración, Prensa, Hermandad de S. Casiano, Conferencias de san Vicente, Congregaciones Marianas, Adoración nocturna, Asociaciones apostólicas varias….
Algunos han comparado el “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Filip 4,13) de san Pablo, con el propósito de Tarín “nunca decir no puedo”. Y, en realidad, Tarín se refería más que nada a su situación de salud; no quería dar lugar a vanos temores. Hacia el final de su tercera probación, cuando se iba a dedicar a su trabajo apostólico en plenitud (6 de junio de 1888), escribía desde Salamanca a su superior, que sus deseos eran trabajar todo lo posible, en todo tiempo y lugar.
Él consideraba que había sido llamado tardíamente a trabajar en la viña del Señor, y como todos los trabajadores recibirían después el mismo salario, compensaría así el tiempo más corto que iba a trabajar. Pero la expresión “nunca decir no puedo“se puede extender a su disponibilidad total.
D. Manuel González Serna cuenta en el proceso hispalense , que en el momento de mayor furor de la plebe, que había apedreado la iglesia de la residencia de los jesuitas (año 1900), el P. Tarín había ido a asistir a un enfermo de su familia, y que él le preguntó: “Pero Padre, ¿cómo vino V. anoche?”; y su respuesta fue: “No te apures, Dios nos salvará”.
El P. Arcos confesaba en una carta, después de la muerte del P. Tarín, escrita el 6 de febrero de 1911 en S. Jerónimo – Murcia:
“El P. Muruzábal, Provincial, cuando me envió con el P. Tarín a misionar, me dijo: Que él trabaje lo que él quiera, Vd. Lo que pueda, es decir, que ni le
cohibiera, ni le siguiera” .
Un carmelita calificó al P. Tarín: misionero “del espíritu de Elías”. Un misionero jesuita, el P. Curiel, lo llama “un san Francisco Javier” , los gaditanos decían de él: un “misionero de hierro”. Pero su Padre espiritual en el momento de hacerle la recomendación del alma le rezaba al oído: “Vaya al Cielo, Padre mío, mire desde aquí el glorioso cortejo que aguarda…allí está el Apóstol san Pablo, a quien ha procurado imitar, haciéndose “todo para todos” (1 Cor 9,22)”.
3. EL PAULINISMO DE FONDO

Pero la relación íntima de ambos misioneros con san Pablo es la del fondo de
sus personas.
Pablo trae su celo apostólico del encuentro con Cristo en su
conversión. Damasco es para él: Cristo el Salvador que ha cambiado el destino
de su vida. “Me ha amado y ha dado su vida por mí” (Gal 2,20). Su respuesta:
“¿Qué quieres que haga? “ (Hech 9,6). Desde entonces nace su estar dispuesto
a dar toda su persona, su mentalidad, toda su capacidad de acción para atraer a los
hombres de cualquier clase y condición a Él. “Cor Pauli, Cor Christi” se ha dicho.
Esa es la fuente auténtica de su celo apostólico… Ni espada, ni persecución, ni
cárceles, ni naufragios, ni traiciones, ni persecuciones pueden apartarlo del amor
de Cristo. Para mí, dirá, mi vida es Cristo, y morir una ganancia” (Filip 1,21).
De esa unión a Cristo nace su “sebtirsesegregado para el Evangelio” (Rom
1,1), su solicitud por todas las iglesias (cf. 1 Cor 11,28).


? Para Juan de Ávila, ¿hubo también un Damasco?
Su Damasco ocurrió en Salamanca , cuando, iluminado sobre la vanidad en que se
movía aquel su mundo, abandonó la carrera de derecho para dedicarse a Dios con
todas las energías de su juventud: oración, recogimiento, penitencia: ¿en un
convento? ¿en su casa paterna? ¿Qué quieres , Señor, que yo haga? Y, con la
invitación de su confesor, escuchó la llamada de Dios a prepararse en el colegio de
Alcalá a ser apóstol de Jesucristo.
Pero aún le quedaba la penetración en el misterio de Cristo que había
tenido Pablo con una profundidad inaudita. Esa penetración singular en el
misterio de Cristo se le concedería más tarde, en Sevilla, en la cárcel de la
Inquisición, de donde saldría mucho más transformado al estilo paulino.
Cuando sus discípulos le preguntarán de dónde le venía aquel saber especial
sobre Cristo del que rebosaba Pablo, responderá . “Si vuestras mercedes
estuvieren sentenciados a muerte con tres testigos en contra…, entendieran muy
bien a san Pablo” .
El primer biógrafo del Maestro Juan de Ávila, Muñoz, diría que “si al apóstol
san Pablo y a su doctrina habían de entender los hombres …uno era el dicho P.
Maestro (a quien habrían de acudir) y otro estaba por nacer”.
Aquí aprendió con una nueva profundidad lo que es el amor de Dios

que lleva a desear “ser anatema” por salvar a los hermanos, el tesoro encerrado en las injurias, calumnias, afrentas, persecuciones, adversidades varias padecidas por Cristo , por ser fiel a Su Evangelio y llevarlo hasta donde Dios quisiera.
Así quería Ávila a los sacerdotes de su escuela sacerdotal: imbuidos del
misterio de Cristo, entregados a Cristo en la oración y enamorados de la Iglesia, decididos a predicar y evangelizar en pobreza, sin buscar honores ni prebendas, con humildad y puesta su confianza en solo Cristo.

Para el P. Tarín su Damasco fue el Pilar de Zaragoza.
El joven Tarín, aun envuelto en su crisis juvenil, entró en la basílica calificando
en su interior de fanáticos a los que allí veía; y cuando, no obstante, puso sus labios
en aquella piedra donde besaban todos y la besó, sintió tal calor interior y tal
transformación en su mentalidad, que desde entonces no se le olvidó jamás aquella
gracia de Dios. Su alma quedó ganada por Cristo que le reverdeció el entusiasmo
por continuar sus estudios y, desde entonces, ya fueron enderezados de alguna
manera a su futuro sacerdocio. Sabemos que desde su vuelta a Valencia comenzó
a tratar sobre su vocación con su confesor. Aunque la centralidad de su
absorción por Cristo y la salvación de las almas madurará en su noviciado.
– Se conservan unas notas que tomó en el tiempo de su formación en donde

aparece ya con vigor la atracción de Cristo, concentrada en su entrega total a la misión. De toda la carta de la perfección de san Ignacio, el joven Tarín copió
para sí estos párrafos :
“Sobre todo querría os ejercitaseis en el amor puro de Jesucristo nuestro Redentor y en el deseo de su honra y de la salud de las almas que El reparó tan a su costa, pues sois soldados suyos con especial título y sueldo…” ; y, después de explicar los muchos títulos que nos obligan mucho a esa actitud hacia Cristo, exclama:”Oh, cuán demasiadamente es ingrato y duro quien con todo esto no se reconoce muy obligado a servir muy diligentemente y procurar la honra y alabanza de Jesucristo nuestro Señor.
Pues si la obligación conocéis, en tiempo estáis que es bien menester
mostrar por obra vuestro deseo. Mirad dónde sea hoy honrada la divina
Majestad, dónde acatada su grandeza inmensa, dónde conocida su sapiencia y bondad infinita, dónde obedecida su santísima voluntad; antes ved con mucho dolor, cómo es ignorado, deshonrado, despreciado, blasfemado su santo nombre en todos lugares; la doctrina de Cristo, eternal sabiduría desechada; su ejemplo olvidado; el precio de su sangre, en cierto modo, de nuestra parte perdido, por haber tan pocos que de él se aprovechen.
Mirad también a vuestros prójimos como una imagen de la Santísima Trinidad y
capaz de glorificarla, a quien sirve el universo, templos vivos del Espíritu Santo,
miembros de Jesucristo nuestro Señor, redimidos con tantos dolores, infamias y
sangre; mirad, digo, en cuanta miseria se hallan, en tan profundas tinieblas de ignorancia, en tanta tempestad de deseos y temores vanos y de otras pasiones, combatidos de tantos enemigos visibles e invisibles, con riesgo de perder no la
vida y hacienda temporal (que es viento) sino el reino y felicidad eterna, y caer en tan intolerable miseria del fuego eterno”
(Escritos autógrafos, p.54-55 ; cf. BAC “Obras de san Ignacio”, carta 35, 3-4).

Vemos ahí las dos miradas, que, según san Juan de Ávila, parten del Corazón de Cristo: Una hacia el Padre, para celar su gloria y otra a los hombres para contemplar su desgracia y darse enteramente a procurar su salvación.
Con razón diría san Ignacio que un mismo espíritu había en san Juan de Ávila
y en la Compañía. El que quiso Tarín guardar siempre en su recuerdo.
Para el P. Tarín , con la espiritualidad de su tiempo, hablar de Jesucristo es
hablar del Corazón de Jesús. Su espiritualidad está centrada en el Corazón de
Cristo. Su enseñanza repetida frecuentemente, como vivida profundamente por
él, es vivir en el Corazón de Cristo para participar de su inmolación por la
salvación de los hombres.
Y no deja de tener en ello su relación con san Pablo: “¡Ay, escribía, que no
sabemos lo que podemos! ¡Si pudiéramos decir con san Pablo: ‘Mi vida está
escondida con Cristo (cf Col 3,3) Señor nuestro!. Vamos, pues, que la puerta
del Corazón de Cristo no se cierra…” .
Ahí, en lo íntimo de este adorable Corazón, santuario de la Divinidad, ahí
estemos ahora y siempre, y de Él vivamos, para que con El muramos y
resucitemos a la perdurable vida. Él se decía: “¡ Qué bueno es no ver, ni oír,
ni saber nada más que lo que hay en el Corazón de Jesús!” .
Y, de nuevo se apoyaba en san Pablo. San Pablo decía: “No me glorío en
saber nada más que a Jesucristo’ y nadie llamó fanático a san Pablo. No lo
seremos, por tanto, nosotros, si decimos: No quiero saber más que a Jesús, vivir en
su Corazón, latir con su sangre, respirar con su espíritu” .
Su ideal es que nuestro Corazón y, en concreto el suyo, “pequeñito, esté
siempre dentro del grande, del inmenso, del infinito, …y, una vez dentro, que el
pequeñito comience a ensancharse…hasta si fuera posible, igualarse con el grande,
y entonces las espinas de éste, todas, todas totalmente estarían hincadas en el de
dentro, el nuestro”. Ahí está la fuente de su celo apostólico como para san Pablo y
san Juan de Ávila, en ese partir de la doble mirada del Corazón de Cristo.
Así escribía a Joaquina Pacheco desde Madrid en 1891: “¡Ay, cómo
quisiera yo que cada una de vosotras sintiera lo que sentía san Pablo, cuando
decía: ‘Cómo padecerá alguno y no se abrasarán mis entrañas!’” ( 2 Cor 11,29).
Y podemos observar que casi todas las citas paulinas de Tarín están hechas
de memoria. No es que copia un texto. Cambia las palabras accidentales ,
sin cambiar el sentido. Había asimilado el espíritu paulino, no aprendiendo
de memoria sus cartas, como lo había hecho el hoy doctor universal de la
Iglesia, san Juan de Ávila. Quizás la diferencia más notable entre Ávila y Tarín
está ahí. No en el excepcional dinamismo apostólico, ni en su origen fontal, ni
en la esencia de su espiritualidad, todos ellos paulinos, sino en su diversa
formación y en el carácter teológico y doctrinal de su paulinismo.
.
4. LA TEOLOGÍA

Sabemos que san Juan de Ávila explicaba ya los escritos paulinos en Écija antes de 1531. Se ve que el interés bíblico de Alcalá de Henares entró potente en él ya en la época de sus estudios de teología; aunque su penetración excepcional del misterio de Cristo, como expuesto y vivido por san Pablo, le viniera como gracia especial en ocasión de su prisión de 1533.
En la carta 58, escrita muy probablemente desde la prisión y dirigida a sus
seguidores afligidos, sólo en ella, ya cita 7 veces frases de san Pablo. Y para
comentar la de Ef.6,10: “Confortaos en el Señor y en el poder de su foraleza” les dice
entre otras cosas: “Ni os espanten las amenazas de quien os persigue, porque de mí
os digo que no tengo en un cabello cuanto amenazan, porque no estoy sino en manos
de Cristo”. Y pasa hasta animarlos a perdonar como Jesús en la cruz: “ Mirad en
todos los prójimos cómo son de Dios y cómo Dios quiere su salvación, y veréis que no
queráis mal a quien Dios desea bien…y sin decir mal de persona , pasad este tiempo
que presto traerá nuestro Señor otro”.
Antes de 1537 impartía en Córdoba sus lecciones del comentario a la carta de san Pablo a los Gálatas. Basta echar una ojeada a ese comentario avilino para darse cuenta que no es una improvisación, ni un estudio superficial. El autor va a encontrar el sentido del texto en el griego original, apoya su interpretación en los Santos Padres, y se atiene a la comparación con otros pasajes del N.T. y de las otras cartas paulinas para dar luz a su explicación.
Con razón se afirma que un dominico de aquella ciudad, habiendo oído las muchas alabanzas que se hacían de Ávila, fue a escucharle sospechando de su doctrina; pero al volver a su convento, comentaba: “He oído a san Pablo interpretar a san Pablo”.
Aun leyendo el comentario de Ávila a la 1 Jn, advertimos que en su “Lección 10ª.” se apoya sobre la carta de san Pablo (Rom 8,6-8) para explicar a san Juan; las citas de san Pablo son abundantísimas en los sermones de Ávila, más numerosas que las que ofrece de los demás escritos del N.T.
Pero, sobre todo, demuestra su paulinismo teológico en su espíritu y en su propia doctrina teológica.
San Juan de Ávila vivió la mayor parte activa de su vida en un tiempo de crisis cultural y eclesial, uno de los períodos de transición más fuertes y controvertidos que ha vivido la historia de la Iglesia: humanismo renacentista, protestantismo y Concilio de Trento.
Había en el ambiente una exigencia de renovación, se postulaba una mayor fundamentación de la vida cristiana en las bases de la Sagrada Escritura, se difundía una exigencia de un cristianismo interior, no de fachada y sólo de costumbres cultuales externas.
Los erasmistas, y algunos “alumbrados” más cultos, veían el símbolo de ese ideal en el “Enchiridion militis christiani” de Erasmo, expresión paulina ( Tim 2,3) de exigencias sentidas en el ambiente.
Pero ¡cuántos se quedaban en una reforma escrita, intelectual, amarga o irónica, sin empeñar sus vidas!. El Nuevo Mundo descubierto requería más bien una evangelización auténtica, movida por la conversión total a Cristo y a su Iglesia.
Ávila muestra en sus escritos y en sus predicaciones que es eso lo que busca en sus oyentes, a eso quiere conducirlos, como lo hizo con Sancha Carrillo o con san Juan de Dios; y por eso cuidaba y sufría con aquellos hijos e hijas espirituales, que con su
predicación había engendrado en Cristo. Por ellos rogaba y los ponía bajo la
protección de María Santísima nuestra Madre. No se oponía al culto externo, ni a la
verdadera devoción popular, ni al amor a la Iglesia apostólica y romana. El gran
beneficio de Cristo, con su redención, no es que cubre nuestros pecados , sino que nos
concede una vida nueva guiada por el Espíritu Santo. En predicar las festividades del
Corpus Christi y del Espíritu Santo, mantenía sus predilecciones aun ya anciano. Sus
escritos de reforma se proponen desde su amor inmenso a la Iglesia, desde dentro de
la Iglesia católica, apostólica y romana.

– El P. Tarín participaba de estas mismas actitudes paulinas de Ávila, pero su teología no había puesto especial acento en la Sagrada Escritura. El ambiente que le tocó vivir veía más bien inicios de secularización y mundanización de las ideas y de las costumbres, una falta de formación cristiana en general; y para muchos: alejamiento de la vida cristiana y de los sacramentos, religiosidad poco empeñada en sus repercusiones sociales, en medio de los ataques a la Iglesia de librepensadores y masones.
En una carta de agosto de 1897 escribía: “Estoy agobiado de trabajo y casi desmayado de espíritu. Luchar contra todos…pueblo, autoridades, clero, y lo más horrible es la falsa piedad, hoy triunfante y dominante por doquiera”. A él le tocaba salvar las almas desviadas o perdidas, fomentar en los pueblos la piedad y el empeño cristiano, animar a los tibios, atraer a los alejados, fomentar el espíritu de sus colaboradores y personas fervientes.
La formación del P. Tarín había sido más bien humanista, retórica, apologista, afincada en la historia de la España tradicional y católica. Su teología era seria, sólida e incorporada a su espíritu misionero ignaciano y paulino. Lo observamos en citas y alusiones a san Pablo, esparcidas aquí y allá, con buen sentido de su significado y conservadas de algún modo en su memoria, aunque no exactamente como las leemos en el texto.
El quería imitar a san Pablo en su celo ardiente, en su respuesta sin límites al amor de Cristo, llevando su palabra y su acción salvadora hasta los confines de la tierra. En uno de sus apuntes de sus propios ejercicios, hacia los últimos años de su vida, escribía:”Dios se ha excedido en derramar gracias. ¡Cuánto me han distinguido los superiores! Yo mismo fui superior. Me han atribuido milagros, conversiones, vocaciones, curaciones. ¡ Dios mío, Dios mío, si vieran mi alma! “. Y al final, añadía: “Resolución: a) pedir por todas las vías ir a América; b) de no conseguirlo, trabajar desesperadamente noche y día”.
Sus ideales son Ignacio, Pablo y Javier, y entre sus ejemplares en la historia encontramos sobre todo a san Vicente Ferrer (valenciano como él), y el B. Fr. Diego de Cádiz, misioneros de pueblos o naciones. Sus devociones preferidas: el Sagrado Corazón, particularmente en su vida interior y en la Eucaristía, la Virgen Santísima (especialmente en su advocación del Pilar), san José, y santa Teresa y san Luis Gonzaga .

CONCLUSIÓN
El punto de partida para el resumen nos lo ofrece la bula de canonización
de san Juan de Ávila. Allí afirma PaoloVI que este santo es “Copia fiel del santo Apóstol (Pablo)” y “una clara imagen de la predicación evangélica”(n.12).
Su fe y su ardiente amor a Dios resplandecen en su afán serio y admirable de
servir a la Iglesia que deseaba verla con todo el ardor de su alma “sin mancha ni arruga” (Ef 5,27). Y, si leemos estas palabras sin decir a quien referidas, nadie que conozca al Ven. P. Tarín seriamente dudaría en aplicárselas también a él.
El Apóstol Pablo vivió esa actitud en la fundación de las primeras
comunidades cristiana a través del Mediterráneo, en sus tribulaciones y afanes por establecerlas y darles futuro con amor paterno.
– Ávila, en sus trabajos y dificultades por renovarlas, purificar al pueblo y reformar al clero y a la Iglesia, santificándola, inspirado en el celo universal y paterno de Pablo y en su teología. El presenta una visión clara y profunda, como quien ha conseguido una asimilación personal especialmente luminosa del camino de santidad según san Pablo.
– Tarín, movido por el mismo celo universal de Ignacio y Javier, inspirado en la imitación apostólica de Pablo, actúa en su tiempo promoviendo la conversión del pueblo cristiano desviado, ignorante o superficial, con su infatigable sacrificio de predicación ardiente y profética y en su actividad paterna por consolidar la vida cristiana suscitada por la predicación, para promover el Reinado del Corazón de Cristo dondequiera que él se encontrara.
De ambos apóstoles se puede decir , como Pablo VI afirmó de Ávila, que
hoy se puede aprender abundantemente de ellos, como de fuentes ejemplares de celo
apostólico y misionero. He dicho.

Manuel Ruiz Jurado S.I.

FUENTES y BIBLIOGRAFÍA (más empleada en este trabajo)
– Por lo que respecta a san Juan de Ávila, en :
San Juan de Ávila. Obras completas, ( BAC maior, vol. 64, 67, 72,74) Madrid
2000-2003
Proceso de Beatificación del Maestro Juan de Ávila, (BAC maior 75) Madrid 2004
El Maestro Ávila. Actas del Congreso Internacional, EDICE, 2002
F. J. DÍAZ LORITE, Experiencia del amor de Dios y plenitud del hombre en San
Juan de Ávila, CN, Madrid 2007
J. ESQUERDA BIFET, Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila , Madrid
2000
R. GARCÍA-VILLOSLADA, El paulinismo de San Juan de Ávila, Gregorianum
51 (1970) 615-647
A. HUERGA , El Beato Ávila, imitador de San Pablo, Teología espiritual 9
(1965) 247-291
M. RUIZ JURADO, San Juan de Ávila y la Compañía de Jesús, AHSI 40 (1971)
153-163
—– —– , San Giovanni d’Avila nuovo Dottore della Chiesa universale, La
Civiltà Cattolica 163 (2012/2) 579-588
—- —— , “Situación de los estudios avilistas y líneas de investigación”, en El
Maestro Ávila. Actas, ob.cit. , pp.637-647

—————————–

– Por lo que toca al Ven. P. Tarín, las fuentes se encuentran en los procesos
de beatificación y Canonización del s. de D. P. Francisco de Paula Tarín S.I.,
y en los documentos conservados en la oficina del Vice-postulador de la
Causa en Sevilla. En particular:
“Hispalensis Beatificazionis et Canonizazionis Servi Dei Francisci de Paula
Tarín S.I. Positio super virtutibus” (Romae 1952).
“Epistolario” (copia mecanografiada).
“TARIN S.I. AUTÓGRAFOS” (copia mecanografiada).

Pedro M. AYALA S.I., Vida documentada del Siervo de Dios P. Francisco de P.
Tarín de la Compañía de Jesús, Sevilla1951: la más seria y documentada
biografía del Ven. P. Tarín.
Francisco Tarín S.I. Palabras vivas. Pensamientos espirituales, recopilación del
P.Juan N. Valdés S.I., 2ª. ed., Sevilla 2011.
Jesús M. GRANERO, El misterio de un apóstol. El P. Francisco Tarín, BAC
popular, Madrid 1963: muy buena biografía para penetrar aun en la vida interior
del biografiado.
José M. JAVIERRE, El león de Cristo, biografía del P. Francisco Tarín, BAC,
Madrid 1968
Juan M. VALDÉS S.I., Vida popular del P. Francisco Tarín , Sevilla 2006

 

 

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